viernes, 29 de mayo de 2009

La clasificación compulsiva de todas sin orden lógico.

Te voy a poner un nombre. Te nombraré casa, calor, animalito tierno, gato peludo, juego de noche, camita blanda, penita de niño, parajito nuevo, tu mano en la mía, en tu brazo seguro.
Te digo nublado, chocolate con leche, pan con queso, fantasma corto punzante, chaqueta de corderito, yo no soy ella.
Te pondré nombres distintos. Te nombro colchón suavecito ocupado, sábanas limpias, domingo en la noche, vino blanco vino negro, chúpame un coco imaginario amada mía, pajarito viejo que te picotea el corazón, corazón roto, puta que ganas de darte un beso, pelo corto, pelo negro, pelo largo.
Me nombro contigo. Dime desprecio, billetera vacía, contestadora compulsiva, pañuelo moqueado, llanto cualquiera, risa nerviosa, manito sola, imaginación culiá, sábado en la noche, fiestas de baile, no soy la más fea pero no importa, quédate conmigo.
Y te nombro de nuevo. Te nombro mujer, niño, cabra chica, corazoncito tomao, la misma ropa de nuevo, amor imaginario, sexo rico, caliente de mierda, Mapocho hediondo, fuente de soda, limón con miel, bar cuico, pobre polera naranja, caderitas de niña. Te llamo destino de mierda, casualidades conchas de su madre, jueguito torpe, día feo, pajas mentales, frio en las manos partidas, abrazo incómodo, corazón que salta y sale corriendo.

miércoles, 27 de mayo de 2009

Mente Cochina.


Así quiero verte guachita, moviéndote fuerte en máquinas de metal, como si tus músculos salieran a flote y me rozaran.



Así quiero verte, que ruda te ves bonita, con esa ropa casi pareces niño y sudas a noventas desaliñados.



Así quiero verte, ven mañana, igual, que yo de caliente quiero dibujar como se marcan tus brazos y decidir precisa donde quiero morder.-

martes, 19 de mayo de 2009

Carlita:

Lo que pasa es que a veces quisiera escribir un guión, una obra buena, como para que quieras verla. Me dan ganas de escribir monólogos largos y sufrientes, que quizás si se dicen rápido no se entienden y dan risa. Me dan ganas de escribir una obra que nadie quiera ver, pero tú sí y yo también.
Me gustaría escribir bien y hacer una obra bonita, con personajes felices que se tomen de la mano y bailen, que canten y coman arroz con leche. Que se la pasen riendo hasta de las cosas tristes, de las cosas que se pierden y de la gente que se va, que se muere. Que se rían cuando llueve porque no pueden mirar al cielo; porque les cae la lluvia en los ojos y parece que estuviesen llorando. Pero se ríen, se ríen siempre y se dan abrazos de esos lindos que tú sabes dar y yo trato y trato y no me salen. Juegan a la ronda y a la pinta.
Me gustaría tener un escenario de colores y meterlos a todos, como jugando, para que choquen entre si, se confundan y las madres pierdan a sus hijos, porque no los quieren y les sueltan la mano. Luego gritan para hallarse, pero no pueden, no se encuentran. Y eso tiene tanta gracia, tanta, que al público se le salen los ojos y ya no ven.
Quisiera hacer una obra y quizás quieras actuar en ella. Puedes ser la protagonista, la que dice más palabras y llora de la risa siempre, porque es feliz. Puedes inventar canciones y cantarlas con tu voz suavecita que a veces se quiebra en el hilo más delgado y frágil. Puedes ser la primera, la que más hable, la que todos quieren ser. La protagonista, que quizás a veces tiene rabia y grita, pero da risa porque nadie va a escuchar, porque grita y nadie la quiere, porque a nadie le gusta la gente con pena, que habla de tristezas y de madres que se pierden.
Eso da tanta risa, da tanta risa.
Y a veces los personajes se caen de las escaleras, como pasa a veces, y se rompen la cabeza y el escenario se llena de sangre y todos cantan y bailan y la sangre corre y salta como en ríos felices y cantores. Todos se manchan y ya no se ven sus caras. Todo termina en una mancha roja, de monólogos que se dicen tan rápido que pierden las partes tristes, se enredan y dan risa.

viernes, 15 de mayo de 2009

Quiero ser tu nuevo pajarito y morir pensando que sí me vas a querer.

-Hey, Pretty Face, can I go to your place?
Puedo reemplazar al pajarito muerto que quedó en tus sábanas.
Puedo morderte el cuello mientras me follas con los ojos cerrados para evitar el asco.
Puedo quedarme a-tu-lado y cortar mis piernas para no ser tan grotesca.

Voy a cambiar mi cara y mi pelo, te juro que seré bonita.
(Te va a gustar mirarme)
Voy a aprender cosas interesantes.
(Y quizás me escuches, me dejes hablar)
Voy a dejar de comer, voy a maquillarme los ojos.
(Para no ver que no me quieres)
Voy a cortar una falange de cada dedo para ser chiquitita.
Voy a regalarte mi corazón chusco
Para que con él juegues
Y le des de comer a tus gatos

Y te rías.

Acerca de Dorsal, Conchalí y el sentido de pertenencia.

Desde aquí no se verán los edificios llenos de espejos, no reflejarán el sol cuando el cielo se ponga naranjo-lindo. No tendremos más parque verde, las caras se nos pondrán grises y de vez en cuando podremos cruzar a comprar, sin morir en el intento.
Desde aquí no se verá la virgen; ella cierra los ojos cuando la quinceañera se la chupa por quinientos.
Estaremos aquí, tapándonos en barro y mierda cuando llueva, corriendo a la casa para quitarnos el olor a pobres. Y secarnos.
Miraremos los autos que pasan rápido, aplastando el suelo, moliendo el cemento que tapó la gracia que fuese nuestra.
Vamos a mirar los autos lindos y de colores que pasan rápido, con las ventanas cerradas.
(No abra señor: le vamos a robar, le vamos a ofrecer sexo, le vamos a dar pena)
Vamos a mirarlos sin decir nada, con cara complaciente, pues poco importa que nos quiten lo poco que tenemos, porque somos de ninguna parte y tenemos nada que defender.
No importa que nos aplasten el ego, si quizás van a poner un arbolito. Y van a sacar, por fin, a las putas flacas que tanto nos bajan el pelo.
A mí me hubiese gustado nacer pobre.

miércoles, 6 de mayo de 2009

Hoy en el metro un tipo me rozó el labio con la mano negra y seca

yo lo quise un poco

La moneda y el solcito de la tarde.

A los 15 el combate era inconsciente y con mi novia nos besábamos después de almuerzo frente a la moneda. Enfundadas en uniforme de colegio cuico, aunque fuésemos particular subvencionadas, apestando a completo de $200 nos sentábamos en el pasto de la casa de gobierno, tomabamos el solcito de la tarde y prendiendo un Belmont light nos besábamos hasta salir rodando y quedar manchadas verde-pasto. Nos besábamos tanto que no podíamos escuchar los comentarios de las viejas que, escandalizadas, pretendían ofendernos. Y fumábamos tomadas de la mano comentando cual era la paca más rica del sector. Ahí nos quedábamos toda la tarde, casi sin respirar, mientras la gente caminaba por la representatividad del país y nos veía tortilleando sin pudor entre almuerzo y once. Todos nos veían, así tan niñas, queriéndonos tanto, tan obscenamente.
A mí me gustaba llevarla de la mano después del colegio y pasearla por Santiago centro como exhibiendo el lujo de ser novias de 15, de usar la misma falda y compartir el maquillaje. Como exhibiendo con orgullo el ser fleta, chica y puntúa. Me gustaba mirar a la gente a los ojos cuando nos gritaba mariconas y tomarle la mano más fuerte o abrazarla, casi sentir el sabor rico de hacer las cosas mal. Me gustaba acompañarla a esperar la micro, que nos viesen despedirnos con un beso en el paradero y salir caminando con la cabeza en alto en medio de la gente con cara de curiosidad o asco.
A ella no le gustaba mucho tomarme la mano; muchas cosas le daban miedo. Tenía 2 años más que yo y mucha más experiencia, aún así se sentía un poco sucia de quererme. Le gustaba más la oscuridad de un bar alternativo o quizás un baño. Aún así se acostumbró a nuestros paseos y perdió el miedo, sin dejar de sentirse incómoda.
Yo la llevaba frente a la moneda para que estuviésemos “solas”, nos sentábamos entre las palomas que solían cagarle el pelo o la falda para que yo a consolara haciéndole cariño mientras se acostaba en mis rodillas. La llevaba a la moneda como protesta tácita, como acto político silente, pues me gustaba que me vieran feliz con ella. Ella fascista de ignorancia como era, inconsciente por fenotipo, no se daba cuenta de lo linda que era la imagen; creía que era más rebeldía
beber siete horas y llegar borrachas a casa.